Por los fenómenos climáticos, los productores de la subregión del Suroeste han perdido unas 3.200 hectáreas sembradas de cítricos . Piden más apoyo técnico de las entidades del Estado.

Colombia no solo es admirado por sus paisajes y la calidad de su café. La riqueza de sus suelos y la variedad de climas han hecho que en los últimos años otro renglón de la economía coja fuerza y ​​sea ahora un producto estrella: las frutas.

Y es que el año pasado fue muy positivo para las exportaciones del sector frutícola colombiano: las ventas al exterior de frutas alcanzaron los US$1.476 millones, un aumento de 4,7% frente a 2021, según los reportes del Dane.

Pero dentro de este grupo, los cítricos se cierran en unos de los más apetecidos, destacándose el crecimiento del volumen exportado de limón Tahití (66%), la gulupa (15,6%) y el maracuyá (20,2%).

No obstante, pese a los buenos resultados en cuanto al comercio exterior, la producción local de cítricos viene atravesando una crisis que los está llevando a replantearse ese futuro prometedor que vislumbraban para el subsector.

Los cuellos de botella

Manuel Escobar es un productor de cítricos del Suroeste antioqueño. A parte de ocuparse de sus cultivos, lidera la Asociación de Citricultores de Colombia (Citricauca), conformada por productores de naranja, mandarina y lima ácida o limón Tahití de municipios como Valparaíso, La Pintada, Támesis y Fredonia.

Para Escobar, estos últimos dos años han sido unos de los más difíciles. “El panorama en Antioquia es caótico. Las pérdidas en productividad que hemos tenido, entre 2021 y 2022, han sido hasta del 40%. Hemos dejado de producir unas 20.000 toneladas anuales de cítricos en el Suroeste. Y este año, prevemos que la producción se reducirá en 80.000 toneladas”, dijo.

Gran parte de estas pérdidas han sido provocadas, al igual que en otros sectores del agro, por fenómenos climáticos, y aumento del precio y poca disponibilidad de los insumos, pero también por falta de tecnificación, investigación y capacitación.

Precisamente, como consecuencia de lo anterior, el área sembrada de cítricos en el Suroeste se ha reducido fuertemente. “Tenemos una gran cantidad de árboles que se han venido muriendo, resultado del exceso de agua, de hongos y enfermedades. De las 8.000 hectáreas que tenemos sembradas, hemos perdido unas 3.200, lo que también ha provocado pérdidas en mano de obra, pues muchas fincas han tenido que despedir a sus trabajadores”, contó Escobar.

Y alertó que todo apunta a que en el corto y mediano plazo se perderían en la subregión entre 2.240 y 3.200 empleos directos.

‘Al enfermo lo cogió sin fuerzas’

Luego de tres años de intensas lluvias que dejaron graves afectaciones en la producción de los alimentos, el agro colombiano se está preparando para otro evento climático: la llegada del fenómeno del Niño, cuyos impactos se sentirán con mayor fuerza en cultivos como el café, los cítricos, las hortalizas y el aguacate.

“Como la gente perdió tanta plata con el invierno, ahora va a tener menos árboles, agua y producción. Salimos de una humedad, de un estrés hídrico, a una sequía. Las raíces encharcadas, con el verano, se van a romper”, señaló con preocupación Escobar.

Y es que para los citricultores del Suroeste los meses que se vienen serán aún más complejos, pues aún no se han recuperado del todo de las fuertes lluvias, que dificultaron el control de plagas, la gestión de enfermedades y la fertilización.

De hecho, lo que pasó con una de las fincas más grandes de cítricos de esa subregión prendió las alarmas. Según cuenta Escobar, en tres años allí ya se han perdido 200 hectáreas de las 250 que tenían, y de las 180 personas que trabajaron allí, solo quedan 80.

Por esta razón, los productores son poco optimistas con que Colombia pueda cumplir con sus promesas de exportación de frutas como la lima Tahití —que se ha considerado una gran promesa exportadora—, debido a que la producción no sería suficiente para suplir la demanda, sobre todo, de países como Estados Unidos.

Tomado de: El Colombiano

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