La protección ambiental es un tema que se trata frecuentemente y de manera muy particular. Ponemos los sentidos en toda la flora y fauna visibles, pero ignoramos que todo esto solo es posible gracias a los microorganismos del suelo.

Es indispensable desarrollar una cultura, que además de conseguir la reposición de los nutrientes del suelo, coadyuve en su restauración y no solo en su rehabilitación o recuperación.

La restauración del suelo alcanza el estado original del sistema dándole énfasis a la fertilidad del suelo y a la actividad biológica, al mismo tiempo que minimiza el uso de los recursos no renovables evitando utilizar fertilizantes y plaguicidas sintéticos. Esto solo es posible con la incorporación continua de abonos provenientes de la transformación de los mismos residuos orgánicos mediante la aplicación cultural de Buenas Prácticas Agrícolas que buscan el Manejo Ecológico y la preservación de los suelos.

Colombia, por ejemplo, emplea en promedio 25 hectáreas para cosechar 100 toneladas de maíz que las pudieran obtener en 9 ha; 4,6 hectáreas para 100 toneladas de papa que las debiera cosechar en 2 ha; 2,2 hectáreas para 100 toneladas de tomate que las debiera cosechar en 1 ha si hiciera correctamente la tarea. Esto significa un enorme daño ambiental al utilizar mayor superficie, más agua y la exposición a los efectos resultantes de la mayor carga de insumos, responsables de la contaminación de las fuentes hídricas, tanto para riego como para consumo humano.

Si los agricultores realizaran una investigación de campo antes de realizar una siembra en gran escala, ganarían mucho dinero por cada unidad de producción (kilos, toneladas, quintales, etc.)

Camino a la restauración ecológica y a convertir al agro en una actividad eficiente, rentable y competitiva, optar por la investigación de campo previa a cultivos a gran escala o a la implementación de fincas-escuelas para pequeños y medianos agricultores asociados.

Tomado de: https://www.portalfruticola.com/